Cuanto más sonreía, más ganas tenía de odiarlo y aun así, eso era precisamente lo que lo hacía imposible.

jueves, 8 de marzo de 2012

Recuerdos.

No hay nunca un por por qué para un recuerdo; llega de repente así, sin pedir permiso.  Y nunca sabes cuándo se marchará.
Lo único que sabes es que lamentablemente volverá. Aunque por lo general son instantes. Y ahora sé como hacerlo.
Basta con no detenerse demasiado. En cuanto llega el recuerdo, hay que alejarse rápidamente, hacerlo enseguida, sin miramientos, sin concesiones,
sin enfocarlo, sin jugar con él. Sin hacerse daño. Así mucho mejor... Ahora ya ha pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario