Me aprieta contra él y el agua de la ducha me empapa entera las piernas. Su abrazo es fuerte.
[...]
-Te quiero -respondo.
Ya se lo dije una vez, pero estaba dormido. No sé por qué no se lo dije cuando podía oírlo. Puede que me diera miedo confiarle algo tan personal o que temiera no saber lo que era querer a alguien. Ahora creo que lo más aterrador es no haberlo dicho antes.
Soy suya y él es mío, y ha sido así desde el principio.
Se me queda mirando.
-Dilo otra vez -dice, frunciendo el ceño.
-Te quiero.
Tiene la piel resbaladiza por el agua y huele a sudor, y mi camiseta se le pega a los brazos cuando se rodea con ellos. Aprieta la cara contra mi cuello y me besa justo por encima de la clavícula, me besa en la mejilla, en los labios.
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